Hechos 23:1-10
Autor: Wilbur Madera Rivas
Ser un discípulo de Jesucristo implica vivir con una misión. No se puede vivir de otra manera. La misión es hacer más discípulos de Cristo hasta los confines de la tierra. Si algo queda claro en la Escritura es que cumplir esa misión implicará, en cualquier momento, experimentar todo tipo de sufrimientos por causa de Cristo.
Esto nos queda claro en los primeros versículos del capítulo 23 del libro de los Hechos. El apóstol Pablo había regresado a Jerusalén después de su tercer viaje misionero y estando allá, comenzó un tiempo muy complicado de sufrimientos por causa del evangelio. Primeramente, una turba lo comienza a maltratar al punto que los soldados romanos tuvieron que intervenir para que no sufriera un linchamiento (Hechos 22). Luego, es llevado ante el Sanedrín que en nada estuvo de hacer lo mismo (Hechos 23:1-10). Y a partir de ese punto es apresado hasta ser llevado a Roma para comparecer ante el César.
De ninguna manera era cómoda ni deseable la situación del apóstol. Quizá en su lugar, hubiéramos estado extrañados o confundidos por tantos contratiempos al querer avanzar la misión. ¿Qué te podría animar en tiempos como estos? Quizá que te dijeran que no te angustiaras porque serías liberado milagrosamente por el poder de Dios, o quizá que no te preocuparas porque tu sufrimiento pronto terminaría. Pero nada parecido fue lo que vino a traerle ánimo al apóstol. Hechos 23:11 nos dice: A la noche siguiente se le apareció el Señor y le dijo: Ten ánimo, porque como has testificado fielmente de mi causa en Jerusalén, así has de testificar también en Roma.
Las palabras de ánimo no vienen por un anuncio del cese temporal del sufrimiento, sino por la expectativa de poder seguir cumpliendo la misión a pesar de los sufrimientos. Para el discípulo de Cristo, el cumplimiento de la misión es lo más importante en la vida, es el propósito de la vida misma. Esto es vivir una vida misional. Pase lo pase, lo más importante es cumplir la misión en todo momento, en todo lugar y en toda oportunidad.
¿Cómo estamos viviendo nuestras vidas como discípulos de Cristo? ¿Vivimos para nosotros mismos o vivimos para cumplir la misión? ¿Está siendo Cristo y su reino en la tierra lo que nos mueve a la acción, palabra y pensamiento? ¿Estamos listos y dispuestos para ser testigos de Cristo en donde nos ha puesto, aunque implique estar en situaciones incómodas e incluso peligrosas?
Sin duda, nadie puede decir que está completamente listo para esta tarea. Pero, podemos confiar, que el mismo Señor que se apareció a Pablo y le dijo: “Ten ánimo”, es el mismo Señor que nos dice: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. Nuestro Rey Jesucristo, que tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra, nos ha enviado en esta misión y no nos ha dejado solos. ¡Ánimo! ¡En Él, estamos capacitados para la misión!
Add Your Comment