C. 26 No. 358 x 43 y 45 Fracc. Monte Albán

Llevando la fe al trabajo

Isaías 11:1-10

Autor: Juan Trujillo Méndez

Con la campaña “Quédate en Casa” que hasta hoy lleva dos meses de vigencia, muchos sectores en nuestro país se han detenido. La urgencia del ser humano por volver a la normalidad nos afirma, no solamente la necesidad de reactivar la economía; nos habla más bien de la naturaleza humana como imagen de Dios para “ser fructíferos y multiplicarse. Llenar la tierra y gobernar sobre ella” (Gn 1:28). Él nos ha creado no para estar sentados en un sillón, sino para “labrar y cuidar” la tierra. Como alguien mencionó: la humanidad comenzó en un jardín, pero se dirige a una gran ciudad que es necesario edificar.

Lamentablemente, la caída del hombre le quitó el resplandor y la gloria a la creación. Había dejado de brillar como al principio. Adán falló en su oficio, no cumplió con la tarea en obediencia, y fue la razón de su exilio. Años más tarde, también por haber cerrado los oídos a la Palabra de Dios, Judá fue exiliado de Jerusalén para pasar tiempos de oscuridad en una nación extranjera, “andando a tientas, como los ciegos junto a una pared” (Isaías 59:10 NTV). Sin embargo, en medio de la desolación, nuevamente la Palabra de autoridad le dice al pueblo redimido: “¡Levántate, Jerusalén! Que brille tu luz para que todos vean. Pues la gloria del Señor se levanta para resplandecer sobre ti” (Is. 60:1). 

No todo está perdido, una nueva ciudad se reconstruye en lo alto. Nuestro trabajo hoy tiene significado y puede iluminar a nuestra cultura que se ve deteriorada y en oscuridad a causa del pecado. Nuestros primeros padres no lograron el trabajo, pero el Hijo de Dios, el nuevo Adán sí, y es quien nos ha dado la nueva encomienda de “ir por todo el mundo, y predicar el evangelio a toda criatura” (Mr 6:15). Esto significa que nuestra predicación no se reduce simplemente a una serie de programas evangelísticos, va más allá. 

El campo de trabajo en el que cada uno es llamado es un excelente medio para resplandecer. Sea un pequeño negocio o una gran empresa, sea en casa o en alguna oficina, si se hace con justicia y rectitud, impactará nuestra sociedad y apuntará a la ciudad que nuestro Gran Rey está preparando, una ciudad donde resplandece la gloria de Dios y su fulgor es semejante al de una piedra preciosísima (Apoc. 21:11). 

Hoy más que nunca la Iglesia del Señor debe levantarse y brillar dondequiera que se encuentre, pues su luz es la única capaz de disipar la oscuridad en el mundo. Cristo Jesús es el cumplimiento de este futuro glorioso profetizado por Isaías y es la autoridad capaz de sostener nuestra labor en esta tierra hasta el día que él regrese para escuchar de nuevo la promesa: “Nunca más se oirá en tu tierra violencia, destrucción ni quebrantamiento en tu territorio, sino que a tus muros llamarás Salvación, y a tus puertas Alabanza” (Is. 60:18).

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